Cata Vertical: el arte de viajar en el tiempo (sin necesidad de DeLorean)

Hablemos de arqueología enológica: en el mundo del vino lo llamamos cata vertical. Este tipo de cata es uno de los pocos métodos que tenemos para ver, sentir y degustar el paso del tiempo, una habilidad casi sobrenatural que, si el vino tiene el carácter adecuado, nos permite entender cómo envejece con elegancia y profundidad. No hace falta ser científico ni poeta para apreciarlo, aunque conviene estar dispuesto a escuchar lo que una botella guarda en su interior después de unos años de silencio y oscuridad.

Porque sí, el vino cambia. Quizá envejecer para nosotros significa canas y sabiduría (o eso nos gusta pensar), pero para el vino significa transformación: los sabores evolucionan, los aromas se entrelazan y los taninos se suavizan, creando una experiencia cada vez más compleja y refinada. Dentro de una botella, lo que fue una explosión de fruta joven se convierte en algo más profundo, con ecos de tabaco, cuero y especias que emergen tras años de quietud. Este proceso es lo que convierte a una botella cualquiera en una reliquia para los sentidos, una de esas que merece abrirse despacio y con respeto.

Una cata vertical nos permite captar esa transformación, enfrentando varias añadas de un mismo vino para descubrir los efectos de los años sobre cada una de ellas. Aquí no comparamos varietales, ni estilos, ni procedencias; solo observamos cómo cada año le dejó una huella única al mismo vino. Ver ese cambio de un año a otro es como seguir la evolución de un gran artista a través de sus obras, donde las variaciones no son errores, sino el reflejo de su historia y su entorno.

El envejecimiento del vino, además, no es una ciencia exacta. No hay garantías, ni tampoco recetas infalibles: cada botella madura a su ritmo, dependiendo del clima, la calidad de la uva y la mano de quien la creó. En una cata vertical, esa incertidumbre se convierte en el centro de la experiencia, el gran interrogante que cada copa nos ayuda a resolver: ¿Cómo será el vino del 2012 comparado con el 2013? ¿Y qué habrán hecho esos cinco años a la estructura del 2017? Nos lanzamos a probarlo como quien lee cartas viejas de amor, con la curiosidad intacta, sabiendo que cada una traerá algo nuevo y especial.

Una de las catas verticales más destacadas ocurrió en 2015, cuando la bodega Château Mouton Rothschild organizó una cata vertical que abarcaba 150 años de su producción, desde 1865 hasta 2015. Este evento reunió a expertos y coleccionistas de todo el mundo, quienes tuvieron la oportunidad de degustar vinos que habían sobrevivido a dos guerras mundiales y a múltiples cambios climáticos. La cata no solo fue un viaje sensorial, sino también una lección de historia líquida, demostrando cómo el vino puede ser un testigo silencioso del paso del tiempo.

Otra cata interesante fue la que tuvo lugar en la bodega italiana Tenuta San Guido, famosa por su vino Sassicaia. En una cata vertical realizada en 2018, se incluyó la añada de 1968, la primera comercializada de este vino. Sorprendentemente, la botella había sido almacenada en condiciones no ideales, pero al abrirla, el vino se mostró en excelente estado, con una complejidad y elegancia que impresionó a todos los presentes. Este incidente resaltó la resiliencia de algunos vinos y cómo, a pesar de las adversidades, pueden evolucionar de manera sorprendente.

Un privilegio como este no se da todos los días. Y es que no todos los vinos están preparados para enfrentarse al paso del tiempo, ni cada bodega apuesta por preservar varias añadas del mismo vino. Cuando se da la oportunidad, es para saborearla con calma y agradecimiento. Es por eso que el próximo 20 de noviembre, en Madrid & Darracott, realizaremos una cata vertical donde probaremos seis añadas de Marqués de Murrieta, desde 2012 hasta 2017. Será un viaje a través de su legado y, sin duda, una ocasión irrepetible para descubrir qué secretos nos tiene reservados cada año en botella.

Marqués de Murrieta es una bodega emblemática en España, reconocida por su papel pionero en la elaboración y exportación de vinos de Rioja desde 1852. Fundada por Luciano de Murrieta, fue la primera en aplicar técnicas bordelesas en la región, sentando las bases de la viticultura moderna en España. Su vino insignia, Castillo Ygay, ha sido aclamado internacionalmente, y la bodega ha recibido numerosos galardones, incluyendo el premio ‘Best Of 2023’ como mejor bodega del mundo otorgado por la Red Mundial de Grandes Capitales del Vino. Este reconocimiento refleja su compromiso con la excelencia y su influencia en la industria vinícola española.

Siguiente
Siguiente

Semana de Vinos de Jerez en Madrid & Darracott